Ser diseñador no es sólo una profesión,
es también un estilo de vida. Es salir siempre al mundo con la
mirada analítica como compañera de viaje; es sentarse cualquier
día y desarrollar sobre la mesa de trabajo, un proyecto por el
gusto simple de hacerlo, no hallando otra razón que el placer de
nuestro trabajo y la sensibilidad personal, aplicados éstos a un
tema cualquiera que incida en nuestra vida cotidiana.
Es posible y
es mejor hacer diseño desde las bases, porque la más avanzada computadora
jamás podrá sustituir a un lápiz y una buena idea; al impulso de
retar lo ya visto y experimentar nuevas opciones bajo la simple
premisa de ¿y Por qué no?